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Mapplethorpe, Newton y Goldin: tres fotógrafos que incomodaron al sistema

  • Maria Rodriguez Vazquez
  • hace 2 días
  • 4 Min. de lectura

Hay imágenes que no solo retratan una escena, sino que dejan un mensaje. Que rompen con lo establecido, incomodan o abren nuevas conversaciones. En el mundo de la fotografía, pocos lograron hacer eso de forma tan contundente como Robert Mapplethorpe, Helmut Newton y Nan Goldin.


Cada uno, desde su contexto y estilo, desarmó convenciones estéticas, temáticas y sociales. No se limitaron a hacer “fotos buenas”: capturaron momentos, cuerpos e identidades con una mirada propia, honesta y a veces brutal. En tiempos donde todo se ve, pero poco se frena a mirar, volver a estos referentes nos ayuda a entender qué significa realmente construir una imagen con impacto cultural.



Robert Mapplethorpe: el cuerpo como declaración

Mapplethorpe nació en Nueva York y empezó su carrera en los años 70. Aunque primero trabajaba con collage y polaroids, fue cuando empezó a usar la cámara de formato medio que definió su estilo: imágenes perfectamente compuestas, con una estética que cruzaba lo clásico con lo provocador.


Su obra incluye retratos, desnudos y naturalezas muertas, pero lo que realmente lo volvió influyente fue su manera de representar el deseo masculino, sobre todo dentro de la cultura gay. Mientras muchos evitaban el tema, él lo puso en primer plano y con una calidad técnica impecable.


En 1989, su retrospectiva “”The Perfect Moment“” desató una ola de censura en Estados Unidos. Desde entonces, su figura se volvió emblema de la defensa de la libertad artística y la visibilidad del universo queer en el arte contemporáneo.


Además de su relación artística con Patti Smith, también retrató a artistas como Louise Bourgeois y famosos como Debbie Harry. Fundó la Robert Mapplethorpe Foundation poco antes de morir de VIH, con el objetivo de apoyar la investigación médica y las artes visuales.



Helmut Newton: lujo, poder y desnudez editorial

Nació en Berlín, escapó del nazismo y se formó como asistente de fotógrafo en Australia. En los años 70 y 80, se convirtió en uno de los fotógrafos de moda más influyentes del mundo. Su firma: mujeres fuertes, escenografías de alto impacto y un erotismo explícito pero controlado.


Publicó regularmente en revistas como Vogue Paris, Harper’s Bazaar y Vanity Fair. Su estilo fue criticado por algunos como misógino, pero también elogiado por otros como una forma de mostrar mujeres empoderadas. Lo cierto es que sus imágenes se volvieron íconos del lujo provocador.


Sus campañas para marcas como Yves Saint Laurent o Chanel definieron el estilo visual de los 80 y marcaron el paso de la fotografía de moda hacia un tono más artístico y cinematográfico.

En vida, compiló parte de su archivo en libros como Sumo (publicado por Taschen), uno de los libros de fotos más grandes y caros de la historia. También dejó una fundación en Berlín donde se puede ver su trabajo hasta hoy.



Nan Goldin: la fotografía como registro de diario personal 

Nan Goldin nació en Washington, pero desarrolló su carrera entre Boston y Nueva York. Lo suyo nunca fue la foto posada ni la imagen perfecta: empezó registrando a su círculo íntimo en fiestas, habitaciones de hotel, hospitales y escenas cotidianas con una cámara compacta y flash directo.

Su obra más conocida, The Ballad of Sexual Dependency, muestra la vida sin filtros de una generación golpeada por el sida, la heroína y las relaciones intensas. No hay montaje, no hay producción: todo es registro y memoria.


En los últimos años, fue reconocida también como activista: creó el colectivo P.A.I.N. para denunciar el rol de la familia Sackler (dueños de Purdue Pharma) en la crisis de los opioides en EE. UU. y presionó para que museos como el Met o el Louvre dejaran de aceptar donaciones de esa familia.


Además de exponer en el MoMA o el Whitney, también trabajó con Gucci, Saint Laurent y Bottega Veneta, siempre manteniendo su estilo documental y crudo.



Por qué importa volver a mirar estas obras hoy

Mapplethorpe, Newton y Goldin marcaron un punto de inflexión. Cambiaron los temas que se podían abordar en una foto, las personas que podían protagonizarla y las formas en las que se podía distribuir. Hicieron de la fotografía un canal de expresión política, sexual, cultural y también comercial.


En un momento donde la imagen está en todos lados —redes, campañas, editoriales, NFTs, pantallas urbanas—, mirar a estos referentes es volver al origen de lo que una imagen puede significar cuando tiene intención, estética y discurso.


Mirada desde Faier: lo estético sin contenido ya no alcanza

Desde Faier, creemos que las marcas que realmente logran conectar no son las que solo siguen tendencias, sino las que entienden de dónde vienen las imágenes que consumimos y cómo se cargan de sentido. Mapplethorpe nos enseñó que el deseo también puede ser arte. Newton, que la moda puede hablar de poder. Y Goldin, que lo íntimo también es político.

Trabajamos con esa misma lógica: crear desde la cultura, no desde el algoritmo. Poner el foco en la identidad, no solo en la estética. Y entender que cada pieza visual tiene el potencial de decir algo más.


Porque una marca no se construye solo con imágenes lindas, sino con imágenes que dejan algo cuando las miras.


María Rodríguez Vázquez

FAIER Digital Agency.


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